La ira
está ligada a varias causas, es muy posible que sea una defensa para evitar
sentimientos dolorosos. También puede estar asociada a un problema emocional,
ya sea puntual o no. Incluso podemos decir, que está ligada a una baja
autoestima, ansiedad, sentimientos de aislamiento… lo importante es detectar la
razón, y empezar a trabajar sobre ello.
He
escuchado a muchas familias decir que ya se le pasará, que son sólo rabietas y
que tiene su “propio carácter”. Mucho ojo, es importante saber que la ira normalmente
nos muestra que hay un problema. Nos da pistas, y es preciso descifrarlas. La
edad perfecta para moldear este control es mientras sea pequeño. Mientras más
tiempo pase, más complejo será.
Se
reconoce fácilmente; es decir, si te paras a observarlo, podrás ver el cuerpo
tenso, dientes apretados, cambio del tono de
voz, gruñidos, respiración profunda… es bueno enseñar a los niños a
detectar los primeros signos de ira. Aprender comportamientos, que pueda
sustituir para aliviar esa energía reprimida y reemplazarla. La forma de
sustituirlo es por medio de la gestión de emociones, y debo decir que siempre
es mejor, con el asesoramiento de un profesional que nos aporte las bases para
lograrlo.
Los
niños pueden no ser conscientes de lo que provocan sus estallidos de ira. Para
los padres es vital tratar de averiguar lo que provoca el enfado, e intentar
explicarle que su comportamiento no es aceptable. Que estas pataletas, gritos,
gruñidos… en definitiva la ira en los niños, tiene algunas consecuencias y
ninguna es positiva.
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